¿Está escrita nuestra vida en las estrellas?

¿Está escrita
nuestra vida en
las estrellas?
Foto: © Detlef Bergmann
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Después de que publicamos en nuestro número 3 de 2017 la entrevista con la astróloga Marion Grab, recibimos una serie de consultas interesantes:
“¿Realmente hay algo en eso?”, fue lo que más nos preguntaban. Intentamos responder a la pregunta.
Según el diario alemán Die Welt, la percepción de la gente sobre los horóscopos se ha abierto en las últimas décadas en un grado significativo. La astrología está muy enraizada en nuestro imaginario, muchos famosos, entre ellos bastantes políticos conocidos, se confiesan seguidores de la astrología y se dejan asesorar por astrólogos ante decisiones importantes. Por supuesto que no tiene nada que ver con los astrólogos de horóscopo, que afirman conocer el futuro y poder predecir los números de la lotería. Porque también hay otro tipo de astrólogos, los serios y profesionales. Como por ejemplo Marion Grab: ella trabaja la astrología psicológica, tomando como base la idea del hombre constructiva de Carl Gustav Jung, el psicoanalista suizo fallecido en 1961, que se opuso a las ideas de Sigmund Freud. Este tipo de astrología no parte de la idea de que las estrellas y planetas determinen nuestro destino de modo inmutable, sino que usan el horóscopo individual principalmente como instrumento de diagnóstico: se observa la constelación bajo la cual nació la persona y las condiciones que necesita el individuo para poderse desarrollar plenamente, se ven los puntos fuertes y débiles de su personalidad, así como determinados ritmos que aparecen repetidamente en la vida. Y como todas estas características no determinan un destino de manera inamovible, es posible utilizar el conocimiento de estas, para poder guiar según queramos nuestros talentos, habilidades, pasiones y oportunidades. “Tenemos que saber dónde nos encontramos y qué posibilidades tenemos, para poder llegar a dónde nos gustaría estar”, decía Marion Grab, cuando nos explicó su astrología. Y en contra de esto, creemos, que hasta el más crítico científico no puede tener mucho que objetar.
Texto y foto de retrato: Uwe S. Meschede
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